05 mayo 2016

El primer tebeo de... (1)


Quien no haya leído un tebeo, cómic, manga, BD, novela gráfica o cómo queráis llamarlo (según su procedencia, estilo e intenciones) durante su infancia se ha perdido todo un mundo de diversión, fantasía y aventuras. El cómic es, a juicio del que escribe, la primera lectura natural, entra a través de la vista gracias a sus dibujos secuenciales (en ocasiones auténticas obras de arte), con las mínimas explicaciones y diálogos posibles (aunque dicha descripción no encaja con algunos autores), facilitando, por tanto, el seguimiento de la historia a personas (sean infantes o no) cuya comprensión lectora sea escasa o esté en ciernes. Pero, ante todo, los tebeos son una magnífica forma de pasar el rato.

Como ya hice con las películas, he pedido a un grupo de aguerridos blogueros que hagan retrospección en sus lúcidas mentes para sacar a la luz esos primeros cómics que recuerdan haber leído, esas primeras experiencias lectoras en la mayoría de los casos, esas tardes de aventuras y de humor casi infinitas... Seguro que más de uno os sentiréis identificados con sus experiencias.

Bibliotecario - La isla de las críticas
Johan y Pirluit: El anillo de los Castellac

Tuve la fortuna de que mi madre de pequeño me leía tebeos para que comiera mejor. Por ello, me es imposible saber cuál fue el primero. Pero, el primer recuerdo de leer un cómic, es estar leyendo en la cama el mencionado arriba.

Supongo que se compró, por la mención a Los Pitufos;  si bien viven en el mismo universo y se han cruzado algunas veces, en esta aventura no. Recuerdo leerlo y saborear el clásico sabor de las aventuras, aunque con ciertos tintes de misterio (¿os conozco?), muchos de comedia (el horror del canto de Pirluit, cual plañidos de guerra); y sobre todo, el de 2 jóvenes aventureros dispuestos a ayudar al prójimo (bueno, Johan más que Pirluit). Aunque el primero era el típico joven noble y valiente, Pirluit era alguien “bajito” (¡monta una cabra!), un pelín egoísta y un tanto guasón. Sin embargo, ambos se apreciaban mucho, y no se abandonarían por nada (pese a los rezongos de Pirluit).

Con el tiempo, compré más cómics de ambos, disfrutándolos mucho. Hace poco han sido reeditados, en tomos recopilatorios.  Podéis echar un vistazo a buenas y diversas aventuras.

Santiago Bobillo - Caballero de Castilla
El primer tebeo que recuerdo haber leído es La espada salvaje de Conan: Sombras en Zamboula, debido a que ya conocía a su protagonista por la televisión. En él, Conan llegaba al pueblo de Zamboula para pasar la noche, sin sospechar que por sus calles, tras ponerse el Sol, merodean caníbales en busca de forasteros que devorar.

Además de asombrarme con Conan luchando contra los caníbales tras ser asaltado por uno de ellos en la taberna donde se hospedaba, lo que aún tengo grabado a fuego es la tortura a la que era sometida la bailarina Zabibi: danzar descalza (por no decir semidesnuda) entre cobras intentando escapar de sus mortales picaduras, deleitándose su torturador sobre cuánto tiempo aguantaría la joven hasta ser finalmente envenenada. También recuerdo que, de entre toda la abundante violencia del tomo, quedé bastante sobrecogido por el castigo que el cimmerio aplicaba al responsable de que los viajeros cayesen en manos de los caníbales, pareciéndome el bárbaro un justiciero implacable en este aspecto.

No es quizás la lectura más adecuada para un chaval y menos en esta época de “lo políticamente correcto”, pero yo disfruté bastante con ella, y actualmente más aún por entender determinados sentidos ocultos, por lo que debo recomendarla para todo aquel que busque sorprenderse.

Chechu Rebota - Rebotando de una cosa a otra
La verdad es que no recuerdo exactamente cuál fue el primer cómic que leí, así que en realidad no merezco participar en la celebración de los 10 años de El BLOG de NEOVALLENSE, pero intentando hacer memoria me ha venido a la cabeza cuando en mi casa entraban sin parar tebeos de Bruguera y me ha venido un ataque de nostalgia brutal y he pensado “esto tengo que contarlo”.

Tuve muchísima suerte de que a mi padre le encanten los tebeos, así como que cuando era pequeño hubiera en el mercado de mi pueblo una paraeta que vendía e intercambiaba tebeos. Esto, en la época de las novelas gráficas parece impensable, pero tened en cuenta que hablo de los años ochenta. Gracias a ello, por mis manos pasaron distintos tebeos de la editorial, como las versiones ochenteras de la revista Pulgarcito, la de Mortadelo... ¡E incluso algún ejemplar de los últimos coletazos de Tío Vivo! –sí, soy muy mayor-, en cuyas páginas traían las aventuras de Zipi y Zape, Carpanta, Las hermanas Gilda, El botones Sacarino, Anacleto agente secreto, 13, Rue del Percebe, Astérix, Lupo Alberto, Don Percebe y Basilio, cobradores a domicilio, Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, Rompetechos, SuperLópez y, evidentemente , Mortadelo y Filemón.

En fin, historietas escritas, en su mayoría, por autores españoles que, aún me pregunto cómo, conseguían colar en publicaciones infantiles un humor que en ocasiones era muy adulto y lleno de segundas intenciones, que unía elementos muy castizos –como esa mala baba tan española- con situaciones muy absurdas y delirantes, pero que en cierta forma conseguían retratar la sociedad de la época.

Pero de esto último me doy cuenta ahora, entonces lo más importante eran las carcajadas que conseguían arrancarme, esos momentos mágicos en los que me sentaba en el sofá junto a mi padre, cada uno con un tebeo en sus manos, y pasábamos toda la tarde juntos, comentando cada confusión de Rompetechos, las persecuciones derivadas de los errores de Mortadelo y Filemón, los intentos desesperados  de las Hermanas Gilda por encontrar un novio o la nueva barrabasada de Zipi y Zape.

R.R. López - Historias que no contaría a mi madre (autor de Lo poco que sé del misterio)
Desde siempre he sido muy aficionado a los cómics, principalmente de Marvel. Coleccionaba Spiderman y Conan, aunque devoraba cualquier otra serie que cayera en mis manos. Posteriormente, en edad algo más adulta, leí al completo la colección de un tío mío de la revista 1984, donde tuve oportunidad de entrar en contacto con autores tan fascinantes como Richard Corben, Esteban Maroto y otros grandes del noveno arte.

Es curioso, esa colección era de ciencia ficción, y su nombre, aparte de hacer alusión a la novela de George Orwell, jugaba con la idea de que las historias que se mostraban podrían tener lugar en el futuro, en 1984, puesto que la revista comenzó a editarse en España en 1978. Cuando llegó el año que le daba título, no tuvieron más remedio que cambiarle el título por Zona 84. O bien inicialmente tenían muy poca confianza en que perdurara el proyecto, o muy poca visión de futuro.

Sin embargo, paradójicamente, el primer cómic que me viene a la mente es un tebeo de Scooby Doo que andaba por mi casa. Mi madre se lo regaló a mi hermana durante una breve convalecencia. Siendo yo más pequeño, no sabía todavía leer, pero no podía evitar sentirme fascinado por las viñetas.

Aún recuerdo sus tapas verdes.

Yo era (y soy) gran fan de la serie animada de Hanna Barbera, sí la prima buena de esa a la que ahora no pueden meter en la cárcel por estar aforada. Quizá por eso el cómic me gustaba tanto, no porque Hanna sea más honesta que su prima Rita, no, sino por mi fijación por esta serie de dibujos... ¡Anda! Si resulta que eran dos maromos, William Hanna y Joseph Barbera.

Nunca debí dejar la medicación.

  • Otros capítulos:
          El primer tebeo de... (2)
          El primer tebeo de... (3)
          Mi primer tebeo 
          La primera peli de... (1)
          La primera peli de... (2)
          Mi primera peli
          El primer libro de... (1)
          El primer libro de... (2)
          Mi primer libro

4 comentarios:

R. R. López dijo...

Un placer participar, como siempre. ;)

Neovallense dijo...

Un placer contar con tan ilustres colaboradores :D

Santiago Bobillo dijo...

Un placer colaborar en tan excelente página.

Neovallense dijo...

Un placer casi orgásmico diría yo xD

Gracias por vuestros magníficos aportes ^^