30 abril 2017

La vida de Calabacín

Las sesiones matinales en la Muestra Syfy están destinadas, en principio (todavía recuerdo la proyección de La Bella y la Bestia y al bueno de Paco cantando “qué festín de postín”), al público más menudo, por lo que lo normal es que la sala esté medio vacía (o, si somos optimistas, medio llena), sobre todo porque la jornada anterior suele ser larga y la noche no tiene horas suficientes para descansar. Un servidor, no obstante, tenía mucho interés en no perderse el primer film del sábado.

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Calabacín no es lo que se dice un chico con suerte, primero perdió a su padre, que abandonó a su madre, y luego esta se sumió en una depresión, se refugió en la bebida y... y Calabacín, que en realidad se llama Ícaro, terminó en un hogar para niños sin padres o con malos padres o con padres deportados o encarcelados.

Sé que no va a servir para nada, pero no me canso de decirlo, Zootrópolis no se merecía el Oscar a mejor película de animación, sin embargo, es ver La vida de Calabacín (Ma vie de Courgette, 2016) y saber que estuvo nominada y que no le dieron la estatuilla porque la mayoría de los académicos probablemente ni la vieron.

Porque la cinta realizada mediante stop motion, dirigida por Claude Barras (que hasta la fecha solo había dirigido cortometrajes) y basada en una novela de Gilles Paris, se merecía este premio al igual que otros que ha recibido (aunque si se lo hubieran dado a La tortuga roja tampoco me habría disgustado). Y es que se trata de una película que versa sobre muchas historias duras, sobre la vida de unos niños despojados de progenitores por diversos motivos, ninguno de ellos buenos, pero que está contada de tal manera que no resulta un cuento triste, aunque no le falta melancolía, sino que resulta ser una historia de amistad, superación y también esperanza.

Y eso es gracias a unos personajes auténticos, muy bien dibujados (metafóricamente hablando), con unos protagonistas con una edad en la que empiezan a hacerse preguntas sobre el sexo (hay más de una divertida conversación sobre el tema), que empiezan a comprender el mundo y a sí mismos a la par que lo descubren, que comienzan a darse cuenta sobre cuestiones duras, y que aquí han sabido muy bien expresarlas los guionistas.

La vida de Calabacín es un film pequeño en todos los sentidos (dura poco más de una hora), con una bella animación fotograma a fotograma, unos personajes que enamoran y una historia que engatusará a niños de entre 9 y 11 años (que es la edad que tienen los protas) y también a niños mayores de edad. Muy buena.


LO MEJOR:
-Su historia, triste en inicio, esperanzadora al final.
-Sus personajes están perfectamente dibujados, son muy entrañables.
-Su final es muy bello.

LO PEOR:
-Que pase desapercibida para el gran público.

¿Quién debería verla?
Todo el mundo.

¿Y quién no?
Nadie.

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