22 diciembre 2016

Hayao Miyazaki e Isao Takahata. Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli, de Juan Manuel Corral

Estaba mirando distraídamente Twitter, como suelo hacer a menudo, cuando veo un tuit de Dolmen Editorial donde se ve una portada con los nombres de Miyazaki y Takahata bien grandes y una ilustración de Mei y Totoro bajo ellos, quedándome sorprendido del todo porque hasta dicho instante no había tenido ninguna noticia sobre la publicación de otro libro dedicado al Studio Ghibli y sus creadores. Seguidamente me vino a la mente la cuestión de si otro libro sobre Ghibli no iba a resultar repetitivo y, de hecho, aun habiéndome informado de que se trataba de un ensayo donde se hablaba sobre el recorrido vital de los autores y se ponía en relación con sus filmes, tenía mis dudas al respecto. Eso sí, fue verlo (también inesperadamente, sin buscarlo) y comprarlo sin la menor duda.

Así que se podría afirmar que inicié la lectura de Hayao Miyazaki e Isao Takahata. Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli con cierto recelo, sensación que no desapareció  durante el prólogo, donde el autor muestra su opinión sobre Miyazaki y Takahata, siendo especialmente crítico con el primero, cosa que es del todo respetable, pero que, según mi opinión, presupone demasiado al decir que el realizador de El viento se levanta en muchas ocasiones hace declaraciones de forma abrupta (lo cual es verdad) porque está “seguro de que por lo menos en Occidente será respetado diga lo que diga”.

En la página siguiente expresa una opinión que también me parece cuestionable, al afirmar que algunas películas de Miyazaki “no logran sortear el nicho solo reservado para un público de corta edad a diferencia de esos mitos estadounidenses [Disney y Warner con Mickey y Correcaminos], aunque la mayoría de sus incondicionales vean un dechado de laberintos argumentales” y que Mi vecino Totoro es exaltada por “supuestos motivos culturales, de complejidad y sofisticación como para ser entendidos por infantes”. Coincido en que ocasiones quizá hay quien quiera ver complejidad donde no lo hay, pero comparar Mickey Mouse o el Correcaminos con Totoro u otros personajes... Hablando desde mi experiencia, he observado que incluso las películas más infantiles del cineasta logran sortear ese nicho, y que casi cualquier persona de más de 20 años es capaz de verlas no solo divirtiéndose con ellas, sino incluso sorprendiéndose por sus imaginativas secuencias y sus entrañables personajes; así mismo, tampoco pienso que todo el mundo se quede embelesado con las aventuras de los emblemáticos personajes de la Disney y la Warner, pero en todo caso tienen la ventaja de estar en nuestra cultura muchísimos más años que los personajes Ghibli.
Tras esta controvertida introducción el autor se mete de lleno en harina y comienza con los primeros años de Hayao Miyazaki, desde su infancia hasta que se gradúa en la universidad (aunque hay algún salto adelante en el tiempo), contando la relación con sus padres (incluye una fotografía del infante realizador en brazos de su madre que es todo ternura, la verdad) o las excursiones que hacía a la fábrica de su tío (que dirigía su padre), lugar en el que probablemente se plantaría la semilla de su amor por la aviación; también apunta sobre su amor-odio hacia el maestro Osamu Tezuka (amor por el Tezuka mangaka, odio por el animador), así como las primeras obras que le marcarían a lo largo de su longeva carrera como creador (aunque clasificar La reina de las nieves de Atamanov como ciencia ficción...), además de aportar más datos sobre la filiación política de Miyazaki, a la par que sobre sus primeros pasos como dibujante.

El segundo capítulo está dedicado a Isao Takahata, pero los datos biográficos del mismo son bastante escasos si los comparamos con los de su compañero, cosa que no hace que el capítulo deje de ser interesante; de hecho el texto empieza recalcando este detalle, explicando además que se debe en parte a la propia timidez de Takahata y, probablemente en mayor medida, a la preponderancia mediática de Miyazaki. En todo caso explica cómo entró a formar parte de la Tôei Dôga, donde tuvo como mentor a Yasuo Ôtsuka, así como de sus primeros trabajos. También se explaya explicando la industria cinematográfica japonesa de la época, que a la fuerza, como el autor afirma, debió de influir en la forma de trabajar en la animación.

En el siguiente apartado Juan Manuel Corral relata cómo entró Miyazaki en la Tôei, quiénes fueron sus instructores y cómo se conocieron los dos maestros, así como sus primeros pinitos como intercalador, pasando por el enamoramiento del director de Nicky, la aprendiz de bruja, entre otras muchas cosas, como la larga y dificultosa producción de Las aventuras de Hols, el príncipe del Sol (donde desvela más de un dato interesante) o el gran éxito de El gato con botas y el nacimiento de los hijos de Hayao Miyazaki (y su ya esposa, claro). Siendo el capítulo siguiente también de sumo interés, pues toca una de las etapas más fructíferas de Takahata y Miyazaki, cuando abandonan la Tôei yendo a la A-Pro con Yasuo Ôtsuka para después acabar en Zuiyô, que es donde rompieron barreras con creaciones ya clásicas como Heidi y Marco del World Masterpiece Theater, de las cuales cuenta detalles de su producción, además de Ana de las Tejas Verdes y del debut en la realización de Miyazaki, Conan, el niño del futuro y, por supuesto, su debut en el largometraje.

En el quinto capítulo cuenta la gestación del Studio Ghibli y llega hasta la producción de Susurros del corazón, época de notable incertidumbre (sobre todo al inicio) para los realizadores y Toshio Suzuki, que apostó fuerte por ellos. Habla, por ejemplo, de las influencias de Nausicaä del Valle del Viento, de la película que terminó por convertirse en documental sobre el río Yanagawa, el díptico Mi vecino Totoro-La tumba de las luciérnagas...
También me parece, y seguimos con el capítulo cinco, rebuscado el hecho de que Porco Rosso podría estar dando un mensaje contradictorio durante el momento de la factoría Piccolo, lugar donde solo trabajan  mujeres, ya que durante la II Guerra Mundial en Japón se producían filmes donde, para levantar el “espíritu nacional”, se centraba el protagonismo en mujeres operarias que se encargaban de la fabricación del armamento, al estar los hombres en el campo de batalla, diciendo de esta forma que todos debían arrimar el hombro. Si bien es un argumento válido, también lo veo un poco (bastante) pillado, porque al fin y al cabo en una guerra todos los bandos hacen cine de propaganda, y no tienen que diferenciarse mucho salvo en el enemigo a batir; y también y más importante diría yo, no creo que se pueda poner en duda el mensaje (antifascista en este caso) de toda una película por una lectura particular de un acto determinado de la misma.

En el último apartado se centra en las grandes producciones y mayores éxitos de la compañía, desde La princesa Mononoke, el primer film que tuvo distribución internacional bajo el amparo del acuerdo Tokuma-Disney, hasta La tortuga roja, primera coproducción del estudio, donde Isao Takahata fue productor artístico, pasando por el Museo Ghibli, algunos de los cortometrajes realizados para proyectarlo en exclusiva en la sala Saturn, el enorme éxito de El viaje de Chihiro, la difícil relación entre Goro Miyazaki y su padre durante la producción de Cuentos de Terramar (filme que defiende, y un servidor coincide en hacerlo), así como el supuesto retiro de los cerebros de Ghibli (que ya hemos visto que, aunque lo anuncien -Miyazaki al menos-, son incapaces de hacerlo por completo) y, por supuesto, también sobre la producción de la última obra de Takahata y sobre el film mismo, entre otros detalles que invito que descubráis (bueno, también considera “irritante” la presencia de la madre de Sosuke de Ponyo en el acantilado..., no entiendo por qué).

El volumen, como he indicado al principio, lo publica Dolmen y su edición es similar a la de El mundo invisible de Hayao Miyazaki. Encuadernación tapa dura, 289 páginas a color, maquetación correcta y con un texto bastante pulido, aunque no se libra de las erratas habituales (ortotipográficos, títulos cambiados en alguna ocasión, subtexto que no casa con imagen), pero nada que haga llevarse las manos a la cabeza..., excepto el texto dedicado a Juan Manuel Corral al final del libro, que da la impresión que fue escrito con un teclado con la barra espaciadora estropeada. Por cierto, el precio de la obra es de 23,95 euros.

En puridad, Hayao Miyazaki e Isao Takahata: Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli es un buen libro que por sorprendente que parezca ha tenido el acierto de no resultar redundante ni repetitivo para alguien que se ha leído todos los libros sobre Studio Ghibli que se han publicado en España. Sí, hace mención crítica de todos los filmes de Takahata y Miyazaki, siendo muy crítico con algunas obras (del segundo especialmente), pero no se limita solo a ello, sino que va más allá de los autores y sus vidas (que, llegado un momento, tampoco se cuenta mucho), y pone en contexto con el cine que se hacía en determinadas épocas, así como también dedica espacio a nombres como el de Ôtsuka, personas importantes en la formación de los cineastas y del estudio que terminarían fundando. Merece la pena.


LO MEJOR:
-Que no solo indaga en la obra de los maestros, sino en su vida y, también, en el tipo de cine (y manga y anime) que se hacía durante sus inicios.
-Todo libro sobre Studio Ghibli y sus miembros siempre es bienvenido, sobre todo si aporta cosas nuevas como es el caso.

LO PEOR:
-La página final con los datos del autor, ¿estaba estropeada la barra espaciadora del teclado?
-Que el autor presupone demasiado en el prólogo.

2 comentarios:

Earendilion dijo...

Buena entrada, Neo.

Neovallense dijo...

¡Muchas gracias, Earendilion! :D